Un empresario contribuye a una causa benéfica mientras acumula deudas en la CCSS y es un experto evasor de leyes tributarias.
Una mamá regaña a su hijo porque trajo a casa el borrador de un compañero, mientras imprime libros en la oficina de la repartición pública donde labora.
Una esposa controla la fidelidad de su esposo mientras gana espacios laborales usando su sensualidad.
Un guía espiritual repite rígidas normas de comportamientos mientras abusa, física, emocional y económicamente de los feligreses.
Una alta defensora del patriarcado obstaculiza cualquier avance de la legislación a favor de minorías mientras, para defenderse de una agresión sexista, utiliza los mecanismos conseguidos en las luchas feministas.
Un personaje acepta el Premio Nobel de la Paz, luego ordena el bombardeo a siete países en un período de seis años.
Unos peregrinos marchan en aparente oración mientras juzgan y critican sin compasión. Una canal de televisión pasa breves mensajes de paz mientras llena sus noches de programación que exalta la violencia como estilo de vida.
Esto no es solo doble moral, son morales totalmente opuestas, contradictorias. Es la exclusión del bien común en las decisiones.
Ante un estímulo externo, salta el impulso original y puro de hacer el bien, lo correcto, aquello que coincide con la evolución, lo que impulsa hacia el crecimiento, lo mejor para todos... sin embargo lo hacemos de manera condicionada: si las acciones afectan la conveniencia personal gana el ego y la falsa autoestima que liga el bienestar propio al malestar ajeno.
Emmanuel Levinas señala que “todo mal remite al sufrimiento” Entonces...¿Porqué gastar tanto tiempo y energía manteniendo este vaivén cuando todo sería más fácil, sencillo, limpio, natural y feliz si todos seguimos el camino del bien mayor? Dedé Coseani