Esos detalles que nos dicen mucho... Hace más de 25 años nos cuidan, mientras se construye el paso a desnivel en Taras. Seguimos esperando.
diseño de portada Francisco Chavarría
Dicen que viajar nos enseña sobre el propio pueblo.
Viajar y leer producen efectos parecidos. Inicialmente nos permiten asomarnos con cierta inocencia a las vidas, costumbres, modas, estilos y cultura de otras personas.
Llegamos a un lugar y observamos sin prejuicios los asuntos, nos dejamos sorprender por aquello que para los residentes es normal. Como poco sabemos del origen, carácter o intensión de quien construyó, impuso o prohibió lo que estamos conociendo, no tenemos conceptos previos que sesguen nuestra opinión.
La posición del turista, se parece a la del lector o al espectador de una película, puede ver los detalles de los asuntos sin mezclarse, se vincula emocionalmente, pero sabe que el miedo, el llanto o la risa terminarán con la palabra “fin” de la obra.
Sin embargo, en la tierra natal todo tiene otro sentido, hemos aprendido que lo bueno y lo malo está justificado por la historia que nos contaron. Y también hemos aprendido a no ver, a dar todo por sentado, aceptando sin cuestionar las incomodidades y tomando como natural los logros y aciertos, sin darles mayor valor.
Sería interesante conservar algo de la mirada de viajero para recorrer el propio barrio con ojo nuevo, captando la sutileza que escapa al andar indiferente del día a día, veríamos los errores y aciertos más allá de nuestros gustos, afinidades y conveniencia personal.
Prestar atención a los detalles y, como no estamos de paso porque esta es nuestra casa; buscar mejorar lo que tenemos.
El ejercicio de ubicarnos en el lugar del espectador imparcial, no solo sirve para observar el entorno sin prejuicios, también sirve para sí mismo. La práctica de analizar lo que hicimos, dijimos y pensamos como si viéramos a otro, nos dice dónde podemos cambiar y mejorar para cumplir nuestro destino: la evolución.
No hay nada que transformar si no lo vemos, si seguimos actuando dentro del ciclo de la rutina domesticadora del “no vale la pena hacer esfuerzos” marcando para nosotros un futuro estático y mediocre abanderado con la frase matadora “esto no cambia”.
Aún cuando sabemos que una ley de este universo es que todo cambia, nada permanece fijo y estancado, absolutamente todo, hasta el cíclico movimiento de los astros tiene mutaciones. Podemos aprovechar esta fuerza. Solo debemos decidir si queremos envejecer o crecer. Dedé Coseani